Como Cientista Político observe este verano una serie de eventos políticos y de gobernabilidad muy interesantes.  Por ejemplo, la infusión de temor y la retórica autoritaria realizada por Donald Trump durante y después de la convención del Partido Republicano que lo nominó como su candidato para ser presidente de los Estados Unidos; el atentado fallido de golpe de estado en Turquía  en contra del Presidente Recep Tayyip Erdoganto y su actuación pre y post golpe de estado orientada a cambiar la larga historia secular en Turquía; y la expulsión de parlamentarios de oposición en Nicaragua por parte del Consejo Supremo Electoral con las debidas bendiciones del Presidente Daniel Ortega para asegurar que sea relegido por tercera vez, esta vez sin oposición alguna en la próximas elecciones de noviembre. Esto tres eventos tienen algo en común, más allá del hecho que los tres tienen elementos autoritarios y tienen como principal protagonista a personajes “machos.” Los tres eventos mezclan elementos de gobernabilidad democrática y autoritarismo, apelan al miedo, y usan la demagogia y retórica nacionalista para justificar sus acciones. ¿Cómo podemos explicar este fenómeno paradójico?  ¿Estamos siendo testigos del fin de un ciclo de gobernabilidad y el comienzo de otro? ¿Cuál ciclo está terminando y cual está empezando? ¿El de gobernabilidad democrática o el de autoritarismo?

Durante el verano también tuve la oportunidad de viajar a cinco países en diferentes esquinas del planeta, y de conversar tanto con actores políticos como ciudadanos, y encontré un sentimiento común de perdida de fe en los modelos actuales de gobernabilidad en sus respectivos países. La tentación es fuerte para argumentar que estamos en frente de un periodo de crisis de gobernabilidad que se extiende a través de todo el planeta.  Los eventos mencionados arriba como ejemplos y las conversaciones con la gente y los tomadores de decisiones en otros países parece que alimentan esa narrativa.  Es reconfortante recordar, sin embargo, que cada uno de los tipos de regímenes de gobernabilidad y/o sus ciclos desde que los humanos empezaron a ser gobernados, ha sido cuestionado en términos de su durabilidad y capacidad de estar alineado con la realidad. Solo en el último siglo, hemos sido testigos de cómo gobiernos militares y dictadores, revoluciones socialistas, y regímenes autoritarios han evolucionado y transitado a ser regímenes más pluralistas. Es decir, llevar a cabo elecciones, relajando la censura de los medios, y estableciendo una variedad de instituciones de gobernabilidad democrática.  Sin duda, ha habido una evolución estable de formas restringidas de gobernabilidad, como las oligarquías, monarquías absolutas, y dictaduras, que son caracterizadas por un solo individuo que domina el poder y hace decisiones por otros.  Este tipo de modelo de gobierno depende en que una persona decide y el resto obedece.  Con frecuencia en este tipo de regímenes la legitimidad está basada en la creencia que los gobernantes, que son casi siempre hombres, de alguna forma tienen un vínculo omnipotente a un oráculo de conocimiento, disfrutan de poderes religiosos o mesiánicos, y /o simplemente usan una retórica fatalista para justificar la fuerza en el uso del poder y el monopolio del poder.   De tal forma, se argumenta, que debido a que estos modelos de gobernabilidad dominados por individuos utilizan a Dios y/u otras razones no terrestres para legitimar su poder, se venden a sí mismos como eternos e inmutables, y hasta promueven la idea de que el poder que tienen es hereditario y puede transferirse a miembros de la familia (hijos, esposa).  Esto fue muy bien explicado por el marco analítico de Max Weber, que ayudó a entender por qué los hombres reclaman el poder, y sienten que tienen el derecho legítimo de esperar obediencia voluntaria a sus órdenes.

Si la formula mesiánica no funciona, o simplemente para fortalecer su argumento egoísta, este tipo de gobernantes con frecuencia inventan “enemigos del pueblo o la gente” y/o inventan o exageran amenazas con el objetivo de mantener el apoyo de su base y que estos se opongan al enemigo imaginario, mientras los distrae del enemigo real – el gobernante mismo y sus políticas fracasadas.  Culpan a otras religiones, al oeste, al “imperio,” a otros grupos étnicos, a inmigrantes, refugiados, a países vecinos, a la globalización, y a los medios sociales, solo para nombrar algunos.  Es más, una táctica que con frecuencia utilizan los líderes autócratas es la fuerza, o el uso de medios como la fuerza militar o policial o la represión para limitar opinión, generar miedo y mantenerse en el poder.   En el pasado pero inclusive hoy,  varios de los autócratas se han mantenido y se están manteniendo en el poder por largos periodos de tiempo, debido a la represión y violencia en contra de sus propios ciudadanos.  Corea del Norte, Belarús, Zimbabue, y Venezuela ejemplifican esta tendencia.  Pero en otros países, como Irán, Rusia y China, también se usa tácticas represivas para controlar a la ciudadanía.  Hay casos cuando a través de elecciones relativamente transparentes y justas, países han elegido hombres autócratas, quienes una vez en el poder, hacen lo imposible para perpetuar su poder como si fueran monarcas absolutos.

En teoría, la gobernabilidad democrática se ubica opuesta a la noción de gobiernos absolutos basados en privilegios de nacimiento, de etnicidad, religioso y/o género, o basado en represión y opresión. Está claro que no hay un régimen de gobernabilidad perfecto, pero la modernización social y económica y el conocimiento han ayudado a que la humanidad evolucione y se acerque más a ideales y aspiraciones pluralistas.   Si bien algunos humanos todavía muestran preferencias por formas de gobierno jerárquico, autoritario e individualista, la emergente compleja y divergente sociedad necesita normas procedimentales, reglas de consenso, competencia pluralista, y fuertes redes sociales y comunidades.  Para que esta nueva dinámica florezca en una era diferente de gobernabilidad democrática, instituciones y normas necesitan ser re-formadas para generar una nueva matriz socio-política y una nueva lógica institucional.

La esencia de la política es el poder, y la lucha por obtener el poder y mantenerlo.  Si bien está continuamente evolucionando, el Estado ha sido el mecanismo formal a través del cual se ejerce el poder político y se comanda obediencia.  La gobernabilidad en este contexto es el ejercicio general de la autoridad.  En el pasado el escenario de la política era más unidimensional, organizado alrededor de sectores predefinidos (obreros, negocios, intelectuales, militar) e intereses estrechos,  y el Estado controlaba el poder desde arriba.  Hoy el escenario para la política es más multi-dimensional, más organizado alrededor de redes, con intereses más amplios y descentralizado.  La gobernabilidad es también poder y política.  La gobernabilidad democrática pude ser estructurada para administrar el conflicto, provenientes de la ambición, egoísmo, desigualdad y exclusión, pero también para defender convicciones, principios, ideales y comunidad.

Uno puede argumentar también que la gobernabilidad y la política hoy son parte de un escenario global y transnacional.  Esa dinámica promueve relaciones de poder, cambios y crecimiento en aspiraciones, y respuestas a un mundo que está constantemente cambiando.  Manuel Castells argumentaría que los movimientos sociales han ocurrido a través de la historia, como productos de nuevos valores y objetivos alrededor de los cuales las instituciones políticas y sociales se transforman y abren nuevos escenarios para la política, el poder, y la gobernabilidad.  Entonces, estamos siendo testigos de un nuevo momento histórico donde como humanos, estamos moviéndonos hacia adelanta y fortaleciendo la gobernabilidad democrática o moviéndonos para atrás para abrazar formas autoritarias de gobernabilidad.

La historia nos mostraría que la línea hacia el perfeccionamiento de la gobernabilidad democrática no has sido siempre recata.  Más bien, muestra un patrón de zigzag que resulta con más frecuencia en cambio progresivo de mejora, no así un cambio en retroceso de empeoramiento.  Si observamos el mundo hoy, en efecto podemos ver que el mundo se puede dividir en por lo menos tres dinámicas de gobernabilidad democrática:

  1. Autoritaria: Países y sociedades con contextos restringidos, donde el gobierno tiene un control firme sobre procesos políticos desde arriba, y que resulta en limitar/reducir la transparencia y la rendición de cuentas y la participación significativa de los ciudadanos.
  2. Hibrida: Países y sociedades con donde actores y factores de autoritarismo y de gobernabilidad democrática coexisten. Es una zona ploma para la gobernabilidad democrática, debido a que la lista de países y sociedades que pueden tener esta dinámica es amplia, desde regímenes represivos, semi-autoritarios, hasta regímenes con más libertades políticas y sociales, pero todos sin contar con una genuina plataforma fundacional para la gobernabilidad democrática y sus respectivas instituciones.
  3. Consolidando la gobernabilidad democrática: Países y sociedades donde lentamente pero seguramente, además de continuamente, se está construyendo y/o fortaleciendo los mecanismos de rendición de cuentas y procesos de participación política y cuentan con libertades políticas y civiles básicas. En estos países y sociedades las instituciones democráticas y la cultura están enraizadas, y están siendo reforzadas por factores que son conducentes a procesos democráticos, como por ejemplo, pesos y contrapesos, gobernabilidad local, y un fuerte estado de derecho y justicia.  Son todavía vulnerables a retrocesos y conflictos, pero su sistema político tiene en general más resiliencia para enfrentar crisis.

Como se ilustra en la Gráfica 1, la dinámica de gobernabilidad democrática responde a: 1) Conflicto/fragilidad, 2) transiciones, y 3) retrocesos.  Se dan retrocesos en gobernabilidad democrática, pero la dinámica de contexto determina el grado de degradación y/o de-consolidación hacia regímenes más autoritarios.  Larry Diamond argumenta que en los últimos 15 años, ha habido cerca de 30 quiebres de democracia en el mundo, no solo a través de golpes de estado militares y/o por decretos ejecutivos, sino también a través de reducciones más sutiles e incrementales de derechos y procedimiento democráticos. Es cierto que la mayoría de estos ha ocurrido en sistemas democráticos relativamente nuevos, pero de cualquier manera es importante reconocer su significado, en particular en el contexto analítico más amplio.  Por ejemplo, en América Latina, a pesar del progreso, los niveles de legitimidad democrática permanecen volátiles.  En Asia, muchos países todavía están en plena etapa de transiciones.  Y en África la democracia no está firmemente consolidada y segura.  En otros países, como Rusia y China, el autoritarismo está resurgiendo y enraizándose, y en Estados Unidos y otros países en Europa la eficacia democrática se ha reducido.

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Puede haber otras explicaciones para el estado actual de la gobernabilidad democrática. Por ejemplo, en general la gente es hoy más cínica con respecto al valor de la gobernabilidad democrática, y como sistema político.  En parte esa tendencia refleja una desconexión entre expectativas y desempeño gubernamental, pero también un cierto mal entendimiento de los ciudadanos de la compleja dinámica de la gobernabilidad democrática y su papel en ella.   De igual forma, si bien hoy en más países se elige a sus líderes a través de elecciones relativamente libres y Justas, no toda la gente vota.   El número de votantes en el mundo continúa reduciéndose, en parte porque los partidos políticos no son ya vistos como representantes de intereses amplios, y existe un cierto desencantamiento con partidos tradicionales y con la falta de opciones viables de representación. A esto, uno tiene que añadir el papel de los medios noticieros que funcionan 24 horas y 7 días semanales, siempre queriendo tener noticias nuevas cada hora de ciclo de noticias, y promoviendo con frecuencia puntos de vista poco saludables y subjetivos solo para generar titulares y ópticas visuales de último momento. Y luego esta los medios sociales y otros medios digitales de información.  Si bien los medios sociales (twitter, facebook), han sido vistos como vehículos de cambio e intercambio positivo, y de reacción constructiva, estos también han sido utilizados por dictadores y grupos terroristas para controlar información y dirigir pensamiento masivo.  Aún más, si bien los medios sociales han facilitado la opinión y el acceso, también ha disminuido la importancia de  discusiones más sustantivas, y promovido un espacio de discusión donde lo factual y la veracidad no importan, y debido a que los medios sociales no tienen una normativa regulatoria y de supervisión, se ha convertido en una plataforma para habladurías difamatorias, sin importar las consecuencias y/o la evidencia empírica.

Todos estos factores, en más formas de la que pensamos, están afectando hoy la dinámica de la gobernabilidad democrática.  En algunos contextos, este ambiente político volátil ha facilitado que la gente esté más dispuesta a expresar apoyo por alternativas autoritarias, a apoyar movimientos con temas específicos, a votar por candidatos populistas, o apoyar partidos anti-sistema.  Por otro lado, se puede argumentar que no solo las comunidades políticas están siendo redefinidas y reformadas con más frecuencia, pero también el electorado espera mucho más y crecientemente desconfía más de la forma tradicional de hacer política.  Entonces, no solo la gobernabilidad tiene que tener una capacidad de adaptarse a las nuevas y diversas demandas o ser más resilientes, pero también la expectativa del desempeño gubernamental hoy es mucho más alta.

La gobernabilidad democrática no es inevitable. Y no debería serlo, porque implica una capacidad de la sociedad para guiar y organizar sus instituciones, en una forma democrática para facilitar que la gente pueda tener más y mejores oportunidades para vivir de acuerdo con sus aspiraciones y valores, y para estar involucrados en las decisiones que les afecta.  Como tal, la gobernabilidad democrática se asienta en varias premisas.  No solo relacionadas al lado gubernamental o de la oferta como explicamos arriba.  El lado de la demanda o ciudadano es también tan importante.  Por ejemplo, educación cívica, tolerancia, acción colectiva, conocimiento, y entendimiento de la dinámica de gobernabilidad democrática, rendición de cuentas, y la capacidad de identificar y responder a demagogos, autócratas y nacionalistas extremos.  Después de todo, la gobernabilidad democrática no es solo acerca del gobierno, sino también es acerca de la ciudadanía, sus actitudes e involucramiento estratégico.

Asumimos que la gobernabilidad democrática automáticamente empodera a los ciudadanos y los hace que sean más informados y que se involucren cívicamente.  Sin embargo, más frecuente de los que pensamos, los ciudadanos no comprenden su papel en la gobernabilidad democrática, más allá de su papel de votantes.  Como Jason Brennan argumenta, hay ciudadanos que tienen poco interés, o no les interesa involucrarse en la política o por lo mismo en la gobernabilidad democrática, y tienen un nivel bajo de conocimiento político.  Brennan también argumenta que hay ciudadanos que basado en la información a las cuales son expuestos a través de la televisión o medios sociales, tienen una opinión prejuiciosa, y no tienen una sofisticación social científica para analizar la información objetivamente.   De acuerdo a Brennan, los ciudadanos que se necesitan para nutrir y mejorar la gobernabilidad democrática son aquellos que combina conocimiento político extensivo y una sofisticación analítica y mente abierta.  No dejan que sus emociones y subjetividad empañen su juicio. Sin embargo, de acuerdo a Brennan, estos desafortunadamente son la minoría.

Contar con las instituciones democráticas apropiadas y la ciudadanía adecuada tiene aún más sentido, ya que hoy vivimos en un mundo que esta dinamizado por:

  • La intensidad de los procesos; La velocidad del cambio; incertidumbre y volatilidad; tendencia global hacia la urbanización;
  • Complejidad incrementada debido a la interacción de una multitud de variables y dimensiones de gobernabilidad;
  • Transiciones simultaneas (demográfica, social, genero);
  • (Re) formación de nuevas comunidades políticas; y
  • Provisión/expectativas de nuevos “bienes públicos” a nivel nacional, local y global.

Enfrentar esto requiere de un nuevo enfoque integrado de gobernabilidad democrática, donde autoridades locales y nacionales tienen que facilitar procesos, y promover constantemente la inclusividad y alianzas.  Pero también requiere acción ciudadana e involucramiento activo, y conocimiento para obtener y analizar información compleja y desarrollar estrategias para demandar rendición de cuentas de sus gobernantes. La cuestión en el Siglo veintiuno es ¿cómo reconstruir activamente el gobierno y la gobernabilidad para responder a las preocupaciones que están causando que muchos se desilusionen con la gobernabilidad democrática?  Yo creo que si les dan una alternativa, la mayoría de los humanos preferirían vivir en sociedades que garanticen libertades civiles y políticas y derechos, que en sociedades que restringen y reprimen sus libertades y su pensamiento.  También creo que el desempeño de la gobernabilidad democrática está en el centro de la perdida de confianzas, la des satisfacción, el cinismo, y el odio, no así necesariamente el ideal democrático de tener libertades para lograr el potencial de cada uno, de tener oportunidades iguales y ser tratados justamente.

Lo que quieren más los autócratas y autoritarios es mantener a los ciudadanos poco informados y controlar el pensamiento crítico, apelan a las peores características humanas, y ofrecen mentiras y son opacos.  No les importan mejorar la vida de otros, y temen mucho el deseo humano de actuar colectivamente para expresar sus puntos de vista y preferencias y que demanden rendición de cuentas.  De ese miedo, emerge la represión como una forma de controlar el flujo de información, y asegurar que exista una híper asimetría de información, y si se puede optar por ser opacos.  Autócratas y autoritarios hacen todo esfuerzo por mantener a la ciudadanía en la obscuridad, y asegurar que información oportuna y veraz, en particular relacionada a la actividad gubernamental, no sea compartida por la ciudadanía y los medios de comunicación. Autócratas y autoritarios harán todo lo posible para bloquear la participación ciudadana.  En algunos casaos, de forma sutil, en otros con métodos más obvios, incluyendo el uso de fuerza, y el uso de género, raza, etnicidad, religión, edad, y otros, para dividir a la sociedad y así y justificar medidas de represión.

Cierto que hay mucho o más que hacer de aquí adelanta para mejorar la gobernabilidad democrática.  Más trabajo se necesita en particular en los llamados regímenes híbridos, la mayoría de los cuales permanecen sin libertades y sin estabilidad.  De igual importancia es el trabajo en los países en consolidación para asegurar que la esperanza no se pierda en las maldades de los medios sociales y la ignorancia de políticos populistas que claman tener respuestas rápidas y recetas mágicas para temas complejos. El cambio toma tiempo, y es producto de la demanda social, la habilidad de los políticos e instituciones democráticas para recibir esas demandas, la voluntad política de líderes democráticos de apoyar e implementar cambios y de que los ciudadanos permanezcan involucrados desde la etapa de demanda hasta la etapa de negociación para el cambio.    A lo mínimo, se debe incrementar la sensibilización para los ciudadanos para permanecer vigilante no solo de los “falsos profetas” clamando tener soluciones “secretas y mágicas,” pero más importante de involucrarse en sus democracias, y aprender a deliberar y hacer que los tomadores de decisiones rindan cuentas, y sean capaces de reconocer demagogos.  Lo más importante, si los ciudadanos no defienden su gobernabilidad democrática, autócratas tomaran ventaja y aprovecharan para aumentar su control de libertades.

No hay duda que los humanos han logrado progreso en temas de gobernabilidad, derechos humanos, y desarrollo humano.  Las sociedades, aun siendo diferentes, están más ligadas y conectadas entre sí como nunca antes.  Pero falta mucho por lograr todavía en términos de privaciones, destituciones, y opresión en países ricos y pobres.  Si individuos no son libres, ni el progreso será sostenible, ni las privaciones serán solucionadas.  Aún más, si individuos no pueden actuar colectivamente, los arreglos socio-políticos, que involucran a muchas instituciones (el estado, el Sistema legal, y los medios entre varios) serán devaluados en detrimento a los valores democráticos.  En cuenta de moverse hacia atrás a formas autoritarias de gobierno, los ciudadanos tienen que ser agentes activos de cambio, y no ser receptores pasivos de las promesas vacías de autócratas.

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