Al comenzar un nuevo año y mirando atrás al 2015 y anteriores años, se vislumbra una tendencia interesante; la confianza en el gobierno y sus instituciones continúa disminuyendo en todo el mundo. En un país tras otro, la confianza de la gente en sus gobiernos parece estar erosionando, incluso en lugares donde el desarrollo humano ha mejorado en las últimas décadas. Esta tendencia es más grave si tenemos en cuenta que esta insatisfacción con el gobierno se da en el contexto de una creciente actividad electoral sin precedentes. Es decir, en los países donde la mayoría de los tomadores de decisiones son elegidos en elecciones relativamente abiertas y competitivas. A pesar de ello, la desconfianza en las instituciones gubernamentales es un fenómeno que se registra tanto en las democracias más antiguas, así como las más recientes, y en los países que muestran un rendimiento económico relativamente dinámico.
Por supuesto, la gobernabilidad democrática es más que la celebración de elecciones periódicas, abiertas y competitivas. Tener libertades y el derecho al voto son ingredientes importantes de la gobernabilidad democrática, pero no son suficientes para gobernar democráticamente. Como Francis Fukuyama plantea en su libro Orden Político y Decadencia Política, adicionalmente a elecciones otros ingredientes de la gobernabilidad democrática son; un estado moderno (es decir no un estado patrimonialista); el estado de derecho como un medio para contrarrestar el poder y la discreción; y un sistema socio-político de rendición de cuentas democrática para demandar control y promover y aplicar vigilancia. A su vez, la dinámica de la gobernabilidad democrática se manifiesta no solo durante las elecciones, sino y de forma más importante después de, y entre elecciones cuando se espera que los ganadores de las elecciones tienen la responsabilidad de gobernar. La arquitectura de la gobernabilidad democrática en cualquier país, ofrece el espacio y la elasticidad para los procesos políticos y de políticas a través de los cuales el gobierno y los ciudadanos llegan a un consenso sobre una serie de políticas vinculadas a bienes públicos, como los reglamentos, los derechos humanos, las leyes, la justicia, el bienestar y la protección del medio ambiente.
Si bien el concepto de gobierno a menudo se usa en singular, las políticas y leyes son la responsabilidad de muchas instituciones de gobierno: el poder legislativo, el poder judicial, el poder ejecutivo, y los partidos políticos. Sin importar donde dentro del gobierno se hacen las políticas y leyes, en el marco de la gobernabilidad democrática estas tienen que abarcar el mayor beneficio público, y las instituciones de la gobernabilidad democrática tienen que asegurar no solo poner límites al poder, sino también inclusividad en los procesos decisorios. De igual forma si bien las instituciones gubernamentales son ingredientes importantes de la gobernabilidad democrática, el sector privado y una variedad de actores no gubernamentales y organizaciones de la sociedad civil, y los individuos como ciudadanos tienen también un papel significativo en darle legitimidad a las políticas y decisiones. Como tal, la gobernabilidad democrática es un atributo no sólo de los gobiernos, sino también de los ciudadanos. En este sentido la gobernabilidad democrática promueve la pregunta no sólo de cómo el poder otorgado está maximizando resultados colectivos, sino quizás más importante cómo una sociedad se organiza para garantizar y sostener la igualdad (de oportunidades) y equidad (justicia social y económica) para todos los ciudadanos.
En ese contexto, cuando uno observa la confianza en el gobierno y sus instituciones en un declive continúo, un pensamiento inicial nos lleva a concluir que tiene que haber una brecha emergente entre las formas existentes de gobernabilidad y las expectativas sociales y vice versa. Una nueva literatura está emergiendo para entender, no sólo en qué aspectos específicos de la gobernabilidad democrática (los políticos electos, el servicio civil, la formulación de la política o la burocracia) hay desconfianza, sino también en qué nivel (federal, nacional, intermedio y local), y ¿por qué la creciente desconfianza (tamaño del gobierno, intervención, corrupción, ineptitud, falta de legitimidad, falta de representación, falta de rendición de cuentas, incapacidad de proteger). Una pregunta clave es ¿cuál es la causa o mejor aún, las causas de la desconfianza? ¿Tiene que ver más con cómo el gobierno está o no está desempeñando? ¿Con el aumento de la diversidad de las comunidades políticas? ¿Con el aumento de acceso a la información, pero la opacidad persistente de los asuntos del gobierno? ¿Con la desilusión de los ciudadanos? ¿Con su falta de participación en la formulación de políticas? O, ¿con el miedo que está sobrepasando a la esperanza? De hecho, no hay una respuesta única y eso es lo que hace de esta etapa de la gobernabilidad democrática aún más interesante, ya que estamos frente a un desafío único y nuevo que es complejo, multidimensional y que esta omnipresente en todas partes y para la cual no hay respuestas fáciles. Lo que está claro es que el ciclo que comenzó hace más de dos siglos con las Revoluciones en Estados Unidos y Francia y se consolidó hace tres décadas con una mayoría de países que transitaron hacia regímenes democráticos, se agota rápidamente o quizás ya se agotó.
Como ningún otro momento en la historia, la humanidad está disfrutando vivir en el periodo más democrático de la historia, con más derechos, recursos y oportunidades. Si bien existe todavía muchas sociedades que están confrontando conflicto armado y régimen tiránicos, no se puede negar que ha habido progreso sustantivo. Los gobiernos democráticos, la gente, instituciones y los sistemas han empujado el marcador a un nivel más alto, y las expectativas para una mejor gobernabilidad también han incrementado. Al igual que muchos otros fenómenos naturales, los sistemas, personas, instituciones y la política están estrellándose para dinamizar una dimensión de gobernabilidad más alta. Este nuevo ciclo para la gobernabilidad democrática que se está empezando a hervir, tendrá que necesariamente construir sobre los logros del anterior ciclo, y expandir e innovar para responder a las nuevas realidades en cada uno de los diversos contextos.
A su vez que este nuevo pero más complejo y multi-dimensional ciclo comienza, la formación y re-formación de comunidades sociopolíticas, su cohesión, y la diversidad están produciendo espontáneamente una infusión repetida de las demandas y expectativas de un universo más amplio y más capaz de comunidades más inter-conectadas e inter-dimensionales. Y sin embargo, en la medida en que esto ocurre homogéneamente en todos los países, las crecientes demandas son más diferenciadas y únicas a contextos localizados.
La gobernabilidad como una rueda siempre girando está nuevamente entrando en un nuevo ciclo, que tendrá que afrontar no solo la cuestión de la expansión de procesos electorales libres, inclusivos y transparentes, sino también la mejora del desempeño de los gobiernos elegidos democráticamente y las contribuciones de los ciudadanos en procesos de toma de decisiones. Los logros de tener sociedades más democráticas y abiertas, tiene que estar pagando dividendos en términos de calidad de vida y equidad. Al igual que la moda retro, un nuevo ciclo para la gobernabilidad está regresando debido a que se ha alcanzado algunas metas importantes y también debido a las necesidades de las nuevas condiciones sociopolíticas; y el ciclo continúa. Sería una pena para la humanidad y para los mismos logros, si en cuenta de avanzar hacia otra etapa de la gobernabilidad democrática, retrocedemos el reloj y regresamos a sistemas políticos no democráticos. Si bien el conflicto en diferentes formas e intensidades será todavía una constante en el nuevo ciclo, el futuro desafío de la gobernabilidad democrática será el de mitigar y administrar conflictos a través de ganar de nuevo la lealtad de la ciudadanía. Eso dependerá por su puesto de mejorar el desempeño en múltiples esferas de políticas (oportunidades para mejorar la calidad de vida y para mayor inclusividad, seguridad, y la entrega de servicios). En su desempeño, regímenes de gobernabilidad democrática tendrán que exhibir tanto efectividad como legitimidad. Por eso la gobernabilidad democrática importa hoy más que nunca, y por qué al sumergirnos en un nuevo ciclo para la gobernabilidad democrática la comprensión de su dinámica, evolución y retos es imperativa.
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