Hace cinco años inicié este blog para reflexionar y analizar el estado actual y futuro de la gobernabilidad democrática en el mundo. En el blog inaugural, reflexioné sobre el fin del ciclo de un período de expansión de los derechos humanos y la gobernabilidad inclusiva sin precedente, y cómo en circunstancias más complejas comenzaba a surgir un nuevo ciclo. Quedó claro entonces que la gobernabilidad democrática no se trataba solo de elecciones, sino, lo que es más importante, de su desempeño. Los últimos cinco años han sido intensos en términos de desafíos, no solo en el ámbito de la gobernabilidad democrática, sino también en términos de una pandemia global que ha estirado aún más los límites de sistemas de gobernabilidad democrática y fortalecido el comportamiento no democrático y autocrático. A fines de 2021, es posible que el mundo aún esté a punto de terminar un largo ciclo de acción política que ha estado dominado por el progreso democrático y ahora agotado, intenta navegar hacia otro ciclo. Lo que no está claro es cómo será ese nuevo ciclo y que rasgos y actores lo lideraran. Los últimos cinco años no han sido benévolos con la gobernabilidad democrática, ya que han surgido actores y factores inesperados y esperados. ¿Qué escenarios son plausibles en los próximos cinco años?
La Necesidad de Volver a Comprometerse y Adoptar Principios Democráticos
Cualquier sistema es el producto de varios elementos que se unen para que funcione. Si una parte clave de los sistemas no funciona, puede afectar el funcionamiento de todo el sistema. Como se destacó en uno de los primeros blogs, la gobernabilidad democrática implica un proceso constante de formación y reforma, y la administración de reglas e instituciones que regulan el ámbito público para promover un entorno propicio para la paz y la convivencia. La gobernabilidad democrática es un espacio donde el Estado y los actores económicos y sociales interactúan para ayudar a tomar decisiones y asegurar beneficios y bienes públicos para todos. A medida que observamos la evidencia disponible de la tendencia actual de retrocesos democráticos, generalmente involucra fallas tanto del gobierno como de la sociedad civil. Por un lado, los actores políticos ya no se adhieren a las reglas básicas del juego y sistemáticamente intentan subvertir el estado de derecho y la rendición de cuentas. Por otro lado, los ciudadanos han perdido la confianza en sus gobiernos y ya no solo no votan, sino también se abstienen de exigir a gritos la defensa de la gobernabilidad democrática.
En gran medida, la actual crisis de gobernabilidad democrática refleja una pérdida de valores y aspiraciones democráticas básicas. Por ejemplo, los políticos que aspiran a representar a sus electores ya no necesariamente están comprometidos con los principios democráticos, como la transparencia, la rendición de cuentas y la inclusión. Además, sus partidos políticos no se han renovado, modernizado, ni reestructurado permitiendo que tendencias extremas y radicales crezcan y capturen las siglas del partido como instrumento personal. En los peores casos, los partidos políticos han sido debilitados o eliminados por completo. La evidencia muestra que cuanto más institucionalizados y equilibrados son los partidos políticos, menos oportunidades tienen personas con tendencias autoritarias de tomar el control de la plataforma y la dirección de los partidos políticos. Pero más allá de los partidos políticos, la corrupción, el crimen y la violencia también han debilitado la gobernabilidad democrática y fortalecido la narrativa de los autoritarios para lanzar enfoques antidemocráticos, incluido el uso de la fuerza. La pandemia de Covid-19 no ha ayudado y ha reforzado las tendencias autoritarias. También hay evidencia de que los políticos están apoyando posiciones más extremas sobre cuestiones políticas fundamentales, un fenómeno que no se ha visto en las últimas décadas.
La ciudadanía es también un componente clave de la gobernabilidad democrática. La crisis actual también refleja varios desafíos para los ciudadanos y la sociedad civil. En la mayoría de los gobiernos democráticos, los ciudadanos se encuentran cada vez más divididos y escépticos sobre las posibilidades de acción colectiva bajo un gobierno democrático. Al igual que los políticos, los ciudadanos han sucumbido a la polarización y a las posiciones extremas. No solo parece que se sienten menos conectados entre sí, sino también que se sienten menos conectados con sus gobiernos. Como se argumentó en un artículo anterior, en el mundo actual, las redes de igualdad y seguridad social parecen más vulnerables y, por lo tanto, refuerzan la falta de confianza en los gobiernos. Esto ha afectado el potencial de los ciudadanos para desempeñar un papel más constructivo y proactivo en la configuración de la calidad de la gobernabilidad democrática. Idealmente, los ciudadanos en la gobernabilidad democrática no solo tienen derecho a elegir a sus representantes en elecciones periódicas, sino que también están obligados a invertir en la calidad de sus gobiernos a través del compromiso cívico y exigiendo rendición de cuentas. De manera similar, en teoría, la autoridad del gobierno debería derivar de la voluntad del pueblo. La mayoría de las constituciones y la Declaración Universal de los Derechos Humanos recogen las aspiraciones de la gobernabilidad democrática desde la perspectiva, “del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. La pregunta es si esto ocurre en la práctica.
Reconstruir la Gobernabilidad Democrática
Votar en elecciones periódicas ya no es un atributo exclusivo de la gobernabilidad democrática. Muchos regímenes autoritarios han llegado al poder a través de elecciones y usan las elecciones y cambian las reglas de las elecciones para perpetuarse en el poder. Estos se capitalizan con los altos niveles de insatisfacción con la gobernabilidad democrática, y su inhabilidad de un alto desempeño y rápida resolución de problemas complejos. Sin embargo, una vez en el poder, los autócratas y autoritarios se esfuerzan por empezar a resolver a corto plazo algunos problemas estructurales, pero como se argumentó anteriormente su atención se centra rápidamente en la expansión de su mandato y riqueza usando recursos públicos e impunidad. En la práctica, el juego de la gobernabilidad democrática es más complejo, ya que por naturaleza tiene que ser inclusivo, transparente e impulsado por el consenso. Entonces el desempeño debe balancear victorias de corto plazo para todos, con elementos de sostenibilidad a largo plazo. Sin duda, no es una tarea fácil, ya que el desempeño depende de una multiplicidad de actores y factores. Una lección clave que emerge es que las expectativas en la gobernabilidad democrática deben ser repensadas, al igual que incrementar los esfuerzos de concientizar sobre como la gobernabilidad democrática puede afrontar desafíos. Otra lección clave que está surgiendo es que, excepto bajo golpes de estado, la gobernabilidad democrática no muere de inmediato, sino gradualmente. La muerte implica autócratas que socavan las instituciones, cierran y restringen el espacio cívico y usan el púlpito del poder para desinformar, intimidar y polarizar. Los autócratas no ven ningún valor en los procesos o instituciones, ya que para ellos estos son barreras para sus propios objetivos egoístas.
La reconstrucción y recuperación de la gobernabilidad democrática implicará acciones nacionales, intermedias y locales, con matices evidentes. Las soluciones deberán ser prácticas y abordar asuntos concretos como la planificación local, las mejoras escolares, las oportunidades económicas y la participación ciudadana. Si bien no existe una solución única o mágica, ya existen amplias propuestas y recomendaciones sobre cómo fortalecer, revitalizar y reconstruir la gobernabilidad democrática. La reorganización de las instituciones estatales formales deberá estimular el compromiso democrático de la sociedad civil y conectar los puntos de un círculo virtuoso de refuerzo recíproco entre la política, las expectativas y las políticas públicas. Se necesitará creatividad para descubrir e imaginar nuevas formas de promover y fortalecer instituciones democráticas que sean más participativas y efectivas que la configuración tradicional de representación política y administración burocrática.
Ya no estamos en el mundo del siglo XX, ni en el mundo que heredamos las dos primeras décadas del siglo XXI. Hay muchas lecciones en la promoción y el apoyo de la gobernabilidad democrática que son aplicables a democracias antiguas y nuevas. Es la única forma de gobierno que permite la autocorrección pacífica. Las herramientas son elecciones transparentes y justas, debate abierto y deliberación, gobernabilidad responsable y estado de derecho. En todo el mundo, los diferentes sistemas de gobernabilidad democrática necesitan soluciones individuales para adaptarse y fortalecerse. Es como si hubiera diferentes tipos de pacientes que necesitan medicamentos, vitaminas y terapia para aumentar la resistencia y la resiliencia contra las fuerzas autocráticas virales. Primero, las democracias más antiguas como Estados Unidos, Francia, Inglaterra, entre otras, que necesitan reformar sus sistemas de gobierno obsoletos y adaptarlos a sus nuevas realidades demográficas y detener su retroceso democrático. En segundo lugar, un grupo de democracias de la tercera ola que ya se están desmoronando porque no consolidaron sus democracias y se encuentran con desafíos que no son insalvables, pero que de no ser corregidos pueden contribuir a la caída en el régimen autocrático. Tercero, están las democracias jóvenes o viejas que alguna vez fueron prometedoras y que ya han caído ante autócratas, dictadores o cleptócratas. Y cuarto, aquellos países que no han tenido la oportunidad de experimentar la gobernabilidad democrática. Cada categoría de paciente necesitaría un enfoque o tratamiento médico diferenciado y, además, cada caso en cada categoría requerirá una estrategia o tratamiento a medida. Ya existen una serie de herramientas y evidencia que pueden ayudar a diseñar estrategias para reconstruir e invertir en la gobernabilidad democrática, como por ejemplo los indicadores de Freedom House, los informes de Idea International, y los análisis de V-Dem y el Índice de Democracia Global de la unidad de inteligencia del economista.
Gobernabilidad Democrática como una Empresa de Costo-Compartido
Tomará tiempo reconstruir la gobernabilidad democrática y requerirá hacer las cosas de manera diferente y mejor que antes. Los datos muestran que la insatisfacción con la gobernabilidad democrática es real. No hay un solo problema que impulse esta insatisfacción, pero parece estar relacionada con la falta de oportunidades económicas, una creciente sensación de desigualdad y una desconfianza general en el gobierno, la sociedad en general y en las personas. Por ejemplo, un estudio reciente sobre América Latina y el Caribe muestra cómo la desconfianza suprime el crecimiento económico y la innovación, y distorsiona la toma de decisiones democráticas, impidiendo que los ciudadanos exijan mejores servicios públicos, se unan a otros para controlar la corrupción y hagan sacrificios colectivos para el beneficio de todos. Otro estudio reciente del Pew Research Center apunta a las tendencias de deterioro de normas democráticas y las libertades civiles, ya que se ha visto que las instituciones democráticas no abordan cuestiones clave. Por lo tanto, el auge del autoritarismo y el populismo puede ser menos una causa y más un síntoma de los males de la gobernabilidad democrática. El mismo estudio de Pew muestra que una gran proporción de personas en todo el mundo reconocieron que sus sistemas democráticos deben reformarse (Ver el Gráfico 1 a continuación).

No existe una receta mágica para restaurar la legitimidad democrática, pero el proceso debe ser impulsado por actores tanto políticos como cívicos. Los partidos políticos deben evolucionar y dejar de servir a intereses estrechos para convertirse en mejores vehículos sociales de los debates y acciones de políticas públicas. Un mayor alcance, y más participación y deliberación de los partidos políticos es prometedor y puede ayudar a reconectarse con las comunidades políticas. Pero no será suficiente. La gobernabilidad democrática necesita reenfocarse en su habilidad y capacidad para resolver problemas específicos y tangibles. La clave sería la participación en la deliberación y el diálogo de las personas afectadas con los funcionarios, quienes tendrían un papel en garantizar que se institucionalicen soluciones duraderas. Esto implica al menos tres nuevas características de diseño institucional: 1) delegar y empoderar la toma de decisiones a donde está el problema; 2) condicionar responsabilidad y rendición de cuentas a la distribución de recursos; y 3) uso y generación de instituciones estatales nuevas para apoyar y orientar los esfuerzos de resolución de problemas.
El futuro de la gobernabilidad democrática depende del camino a seguir. El abandono o ignorar el problema es una opción que tendrá tremendas consecuencias para la humanidad y probablemente conducirá a un mundo más inseguro, violento y conflictivo. Renovar y enfrentar el problema es otra opción que también tiene costos, pero también ofrece una oportunidad para enfrentar el problema en lugar de ignorarlo. En las últimas décadas, el elemento electoral de la democracia ha sido a menudo el foco de la gobernabilidad democrática. Hoy, aunque siguen siendo importantes, las elecciones son solo un aspecto de la gobernabilidad democrática. Cualquier estrategia para renovar y reconstruir la gobernabilidad democrática necesitará no solo fortalecer los procesos electorales, sino también abordar las dudas generalizadas sobre la eficacia de la democracia para resolver los problemas cotidianos. Asegurar la participación directa de las partes interesadas y los beneficiarios aumentaría la rendición de cuentas y reduciría la longitud de la cadena de agencia que acompaña a los procesos de políticas públicas y su aparato burocrático. La deliberación implicaría la planificación conjunta continua, la resolución de problemas y la elaboración de estrategias. Los beneficiarios y los tomadores de decisiones entrarían en arenas discursivas para formular juntos medios y fines. Se les alentaría a participar no exclusivamente para impulsar agendas o visiones preestablecidas, sino más bien para articular estrategias y soluciones y forjar acciones a través de la deliberación.
Como han demostrado muchas encuestas, la gente no está contenta con la gobernabilidad democrática. Pero también, mayorías sustantivas no ven en el autoritarismo una alternativa. Está claro que la mayoría de la gente preferiría arreglar la gobernabilidad democrática y ser parte de ese proceso. Reconstruir la gobernabilidad democrática no será una tarea fácil, pero no hacer nada no puede ser una opción. Mirando alrededor del mundo, mientras que la mayoría de las sociedades se enfrentan a bajos niveles de satisfacción con la gobernabilidad democrática, hay muchos lugares que pueden llamarse “islas de esperanza”. Dinamarca, Suiza, Noruega, los Países Bajos, Costa Rica, Uruguay, Canadá y Nueva Zelanda, entre otros, muestran una gran satisfacción con la gobernabilidad democrática. Los elementos clave de estas islas de esperanza son la resiliencia y la adaptación de sus sistemas y, lo que es más importante, el papel que tienen los ciudadanos en la participación en los procesos de toma de decisiones que dan forma a sus vidas. Importante aprender de estos sistemas, y esperar que las islas de esperanza sigan expandiéndose.
*Fuente de la foto: Pexel, 2021