El gran dilema al que se enfrentan hoy tanto las nuevas como las democracias más establecidas es como fortalecer la capacidad de gobiernos elegidos democráticamente para producir políticas públicas que responden a las expectativas de la gente. En los nuevos países democráticos y en las democracias más consolidadas, los ciudadanos se han vuelto más cínicos de sus gobiernos. En muchos países diferentes encuestas confirman que las personas piensan que sus gobiernos elegidos democráticamente son disfuncionales y corruptos. Los políticos están vinculados a contribuyentes ricos y grupos de intereses estrechos o vinculados con prácticas corruptas. Una ideología extremista y la demagogia se han apoderado del discurso político. Hay muchas quejas acerca del status quo, pero muy pocas nuevas ideas o soluciones para atacar los problemas identificados. Si bien algunas personas siguen demandando y se adhieren a ideales de la gobernabilidad democrática, se detecta también una creciente aspiración entre la ciudadanía de encontrar y/o re-encontrarse con su identidad política. La idea de que un gobierno democrático es “del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” parece hoy más una aspiración que una realidad.¿Qué paso?
La respuesta simple es que los estados, sociedades, comunidades políticas y la comunicación han, y siguen evolucionando desde hace 50, 100 y hasta 200 años y no hay todavía un realineamiento de los factores que dinamizan la gobernabilidad democrática. La gobernabilidad en los Siglos 18, 19 y hasta cierto punto el Siglo 20 era la capacidad del estado de formular leyes y hacerlas cumplir, de proteger el territorio y la entrega de servicios básicos (salud, educación). En este contexto, la gobernabilidad era relativamente neutral a si el estado era gobernado por liderazgo elegido democráticamente o no. De igual forma, en ese contexto la ciudadanía asumía un papel más reactivo y beligerante, inclinando con frecuencia a brotes de protesta social.
En la medida en que más países empezaron a elegir sus gobiernos democráticamente, la gobernabilidad se hizo más que el ejercicio de la autoridad. En sí, el énfasis y las expectativas cambiaron hacia la efectividad, eficiencia, transparencia y la rendición de cuentas del ejercicio de la autoridad. Esto se reforzaba con dos premisas de la gobernabilidad democrática: 1) que las elecciones democráticas legitiman la transferencia del poder ciudadano a un “guardián del gobierno temporario;” y 2) que las elecciones democráticas son competitivas de naturaleza y producen ganadores que convencieron a la mayoría necesaria de votantes que ellos tenían la mejor fórmula para administrar el poder en una forma efectiva, eficiente, responsable y transparente.
Las crecientes expectativas democráticas modificaron la dinámica de la gobernabilidad democrática más allá del aspecto procedimental, estructuras burocráticas e instituciones democráticas. Por ejemplo, el mantener la lealtad a principios y valores de la gobernabilidad democrática y promover su sostenibilidad se convirtieron en nuevas aspiraciones. De igual forma, otras aspiraciones y expectativas asumieron importancia, tales como ejercer el poder de acuerdo al estado de derecho, tener y aplicar la capacidad de articular las partes y poderes de gobierno a distintos niveles, y promover el respeto por los derechos humanos y libertades fundamentales.
Hoy la gobernabilidad democrática ha evolucionado de un concepto estático y unidimensional a ser un proceso dinámico y multi-dimensional que involucra al gobierno y a los gobernados. Dado que el estado, las sociedades, las comunidades políticas y la comunicación siguen evolucionando la gobernabilidad democrática implica la constante construcción y reconstrucción, y el manejo del timón de las leyes e instituciones que regulan el ámbito público para promover un ambiente conductivo a la paz y co-existencia. Es un espacio donde el estado y actores económicos y sociales interactúan para producir insumos para la toma de decisiones y asegurar beneficios y bienes públicos para todos y todas.
Así, adicionalmente a la provisión de seguridad/protección y los servicios, el ejercicio de la autoridad en sociedades democráticas hoy implica mucho más. Por ejemplo:
- Una interacción de calidad entre gobierno y gobernados que cultive confianza, que genere una línea de comunicación de doble vía, y que se traduzca a una provisión de servicios efectivos (satisfacción ciudadana con los servicios);
- Capacidad para identificar y lograr metas colectivas en contextos complejos (políticas publicas), a través del consenso y la deliberación;
- Habilidad de garantizar derechos individuales y articular derechos y obligaciones colectivas (Estado de Derecho, inclusión y participación); y
- Articulación de procesos multi-faceticos, complejos y dinámicos que involucra a instituciones, estructuras, sistemas, recursos, normas, practicas, actores gubernamentales y no gubernamentales, relaciones (liderazgo, negociación, dialogo).
Adicionalmente, hoy día una mayoría de los elementos de la gobernabilidad democrática son medibles con un sin número de diversos instrumentos y herramientas. Estas métricas pueden ofrecer evidencia para monitorear la gobernabilidad democrática y ofrecer insumos. Aun más, el involucramiento de los ciudadanos, más allá de las elecciones, en todas las facetas del proceso de gobernabilidad democrática puede traer elementos importantes para fortalecerla.
Entonces, ¿qué se puede hacer para fortalecer la gobernabilidad democrática? Pienso que no hay una fórmula mágica, pero cualquier estrategia tendrá que priorizar múltiples áreas. Por ejemplo, una pregunta clave es si el actual diseño institucional permite abordar y hacer frente a las prioridades de políticas públicas adecuadamente y eficazmente. Otra cuestión clave es si el Estado democrático tiene recursos financieros suficientes para hacer frente a las políticas públicas fundamentales, y si se invierte en las áreas prioritarias de política pública. De igual forma, ¿tiene el estado democrático la capacidad humana y los sistemas necesarios para hacer frente a los retos? Otra área clave es la estructura en términos de la rendición de cuentas y la transparencia, así como la prestación de servicios. ¿Son los sistemas en la actual estructura los más adecuados para apoyar las políticas públicas? Otro tema clave es el liderazgo, no en términos de tener la autoridad para tomar decisiones, sino más bien en términos de habilidades para trabajar con las fuerzas de oposición, para comunicar claramente las políticas públicas y para guiar la política pública a través del difícil camino del consenso y el compromiso. ¿Se sigue poniendo énfasis en caudillos o en un liderazgo menos personalizado y más institucional? Por último, pero no menos importante, ¿cuán profunda y arraigada esta la cultura de los valores democráticos en la estructura socio-política, en las instituciones y en los ciudadanos?
Han pasado menos de cuatro siglos desde que surgió el Estado moderno y evolucionó como una entidad socio-política y económica. Ha sido sólo doscientos años desde que la primera ola de llamados estados democráticos llegó a existir y evolucionar. Y, sólo en las últimas cuatro décadas la mayoría de los estados en el mundo comenzaron a adoptar alguna forma de gobierno democrático. A principios del siglo XXI parece que hay un impulso democrático entre la mayoría de los estados en todo el mundo. De hecho, debido a que más países están experimentando con formas democráticas de gobierno, el debate sobre el estado de la práctica democrática se ha intensificado. Y por ende ofrece una oportunidad para mejorarla.
La gobernabilidad democrática no sólo está siendo cuestionada conceptualmente en términos de si los valores tradicionales, liberales occidentales pueden adaptarse a una variedad de diferentes y nuevos escenarios políticos. También está siendo cuestionada en cuanto a su rendimiento, ya que la gente muy justificadamente espera un alto desempeño y muchos resultados económicos y sociales de la democrática. Si bien encuestas y resultados electorales ofrecen una fotografía temporal y reducida de la gobernabilidad democrática, un análisis de línea de tiempo y una fotografía panorámica de la gobernabilidad democrática puede ofrecer más insumos para ajustar, reformar y fortalecer un proceso complejo y multidimensional que ahora llamamos gobernabilidad democrática.
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